Sobre la obra

Él 10 de diciembre de 1896 fue exhibido en Francia, en la sala del Théàtre de L'Ceuvre, la obra teatral Ubú rey. Un drama en prosa estructurado en cinco actos, que todavía sigue resonando en la conciencia de los espectadores, pues a partir de ese momento, mirado ahora desde la óptica de la modernidad, se hizo una hendidura en el cuerpo dramático para ver más allá de lo existente: el absurdo, lo grotesco, lo surrealista, lo irracional; en suma, lo farsesco de un personaje protagonista sin igual, revestido con una pesada carga de defectos, pero que sin embargo penetró como una daga filosa la hermética coraza que protegía el corazón de la burguesía.

Ubú rey, desde el primer momento promovió el escándalo, sacudió las aguas tranquilas del teatro contemporáneo cambiando los conceptos de dramaturgia, puesta en escena, maquillaje, máscaras, actitudes actorales, y se proyectó en el tiempo para convertirse en una obra inspiradora de Artaud, Beckett, Ionesco, y muchos otros artistas de diferentes disciplinas.

Ubú se nos hace una caricatura de Macbeth, nacido en el año 1005 y muerto en Escocia en el 1057. Monarca escocés (1040-1057). Conde de Moray, que en el año 1031 fue nombrado general por el rey Duncan I. La ascendencia real de su esposa Grouch, nieta del antiguo monarca Kenneth  III, lo indujo a aspirar al trono, para lo cual asesinó a Duncan en la batalla de Elgin (1040). Tras el magnicidio, y a pesar de la oposición del rey Siward de Northumbria, logró mantenerse en el poder hasta 1057, año en el que fue derrotado y muerto en la batalla de Lumphanan a manos de Malcolm Canmore, hijo de Duncan.

Como sabemos, estos acontecimientos históricos sirvieron a Shakespeare para escribir su famoso drama homónimo, en el cual la figura del noble escocés aparece convertida en un juguete del destino, que lo impulsa a cometer traición y matar a su legítimo señor, condenándolo a vivir sumido en los remordimientos. Shakespeare, por supuesto, alteró muchos de los hechos históricos del verdadero Macbeth.

Más o menos la misma figura y la misma historia, se nos presenta en Ubú, pero con un lenguaje destructor y sardónico y un subtexto ideológico claramente visible.

La obra se inicia con la palabra "mierdra" pronunciada por el Padre Ubú en el primer parlamento de la primera escena del primer acto. Se trata del signo de lo que vendrá luego, pues esta palabra clave será pronunciada treinta y cuatro veces en el curso de la acción. En nuestros días, la palabrita en cuestión, escuchada en cualquier escenario, no tiene ningún efecto, pero sí lo tuvo, y eso lo sabía el autor, en la época en que la obra fue representada por primera vez.

A través del texto nos encontraremos palabras igualmente deformadas en la grafía y por supuesto en la fonética. Todas estas expresiones sirven para configurar la personalidad de los personajes. Sirven para ir tejiendo todo el entramado lexical donde las palabras no significan lo que dicen, sino que llevan de trasfondo un mensaje que no tiene nada que ver con las acciones de los personajes. Se trata del  reinvento del lenguaje para responder más a lo imaginario, que a una fonética o gramática real.

El lenguaje de esta obra es utilizado como herramienta destructora, pero igualmente como una actividad lúdica, por medio de la cual arremete críticamente contra la sociedad y sus estructuras corruptas, contra los desmanes de la burguesía, pues Ubú no es meramente el falso príncipe, el exterminador, el grosero, sino más que eso es la representación del poder, el anarquista perfecto, y el pequeño monstruo que cada cual lleva por dentro.

Vemos en Ubú al tirano cruel, descarnado y corrupto que aunque pasen los tiempos y gire la rueda de la historia, desgraciadamente está ahí, sin que las cosas cambien sustancialmente. Esto lo observamos a lo largo de la obra y se reafirma al final cuando exclama: "... y yo me haré nombrar Maestro de Finanzas en París.", con lo cual nos advierte que la culebra simplemente se está mordiendo la cola.

Podemos decir que esta obra es la más representativa del teatro surrealista y que a pesar del tiempo transcurrido desde la primera vez de su exhibición pública, mantiene una vigencia incuestionable en cuanto a su denuncia de la corrupción, en todas sus formas, generadas por el poder. Se trata de un tema universal, como ya hemos apuntado, extraído de la misma historia de desarrollo de los pueblos, solo que vista desde un lente, que al tratar de deformar la realidad nos lo hace más visible y más comprensible.

El claro concepto de la denuncia se mantiene a través de toda la trama, con la exposición de una manera singular de apreciar la historia y sus protagonistas.

Queda expuesto, pues, cómo la obra refleja una determinada realidad, vista a la luz de un momento histórico, cuando la revolución frustrada se refugia en el arte, donde los paraísos artificiales y la crudeza política se cruzan.

Ubú es, sobre todo un juego, como lo fue para aquellos jóvenes del liceo francés entre quienes se encontraba Alfred Jarry, que representaban estas aventuras con títeres en el establo del colegio para burlarse del profesor de física. Un juego teatral, divertido y significante. Una parodia.

Queremos contar a nuestra manera la obra que escribió Alfred Jarry. Y divertir al público